Odiarte cuando te pareces a mi.


Sería tan fácil como poner un cartelito en la puerta de mi habitación "prohibido entrar bajo ningún concepto y sin excepciones" y quedarme allí dentro contigo y con un enorme helado de chocolate.
"Tierra trágame", fue lo primero que pensé cuándo apareció por primera vez aquella sensación de derrota, aquella sensación de debilidad, la sensación de desigualdad de condiciones, de impotencia, de querer levantarte dar un portazo y marcharte para no volver en una temporadita, de romper un plato o partir un lápiz, de acuchillar un cojín hasta sacarle las plumas para rememorar aquella pelea de almohadas que nunca hicimos juntos, romper en mil trocitos las entradas de un concierto al que jamás fuimos o intentar hacer los ejercicios de matemáticas que nunca me explicaste.
Cogería todas estas cositas, y las doblaría para encerrarlas en una cajita de cristal transparente mientras todas ellas bailan al compás de una melodía que me ayudará cuándo no pueda dormir porque no nos hablemos. No te pediré que me eches de menos, es más en todo caso pediría que no lo hicieses, porque sé que de un modo u otro tus recuerdos se irán borrando de mi memoria hasta que se consuma por completo y ya no quede nada, entonces seré como la colilla de tus cigarrillos, sí, esos cigarrillos que tanto odio y que a la vez me encantan verlos consumiéndose en tu boca. Me imagino sola a altas horas de la madrugada en tu ausencia, sentada en la mesa de la cocina como si estuviese esperando a alguien que nunca llegará, con un Martini en la mano. Me encanta esta parte, suena muy dramática, es una verdadera lástima que no me guste el Martini. Tampoco estaría mal escribir un diario que luego alguien que no tiene nada que ver conmigo encontrase años más tarde, me haría más famosa que la mismísima Ana Frank, aunque reconozco que tal vez mi diario no sería tan emocionante como el de aquella chica. Hablaría de ti, siempre hablaría de ti, incluso cuándo tu ya me hubieses olvidado yo seguiría escribiendo sobre ti y tus cosas raras, y es que conforme pasa el tiempo me doy cuenta de lo difícil que es conocerte realmente, hacen falta como mínimo dos máster, un doctorado y alguna licenciatura para saber cómo eres en realidad. Y me gustaría tanto que estuvieras tu aquí para salvarme de esto, para pasarme el brazo por encima del hombro, besarme en la frente y decirme "ya está enana, todo ha pasado, creciste más rápido que las demás, y te han hecho daño, pero eh, cuándo sonríes pareces de portada de Voge"

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares