Carpe diem.

Y un susurro, una voz tan apagada, pero tan llena de fuego a la vez. Y me acerqué a ti. Y mis labios rozaron los tuyos. Y luego se juntaron. Haciéndolos uno. Y nuestras lenguas jugaban, bailaban animadas. Y el frío desapareció. Y todo el miedo. El miedo a querer más de tus caricias, de tus abrazos, de tus tequieros, de tus besos. El miedo a acostumbrarme a ti, y luego perderte. Y me separé. Pero suave, intentando no pensar en nada. Solo en nosotros. Porque eso es lo que quiero, un nosotros. Que cada vez que nos demos un beso sea diferente, sea el primero pero nunca el último. Que nos enamoremos un poco más. Que no nos aburramos. Que disfrutemos cada instante como si nos fuera la vida en ello. Y es que eso es lo único que deseo ahora, aprovechar el momento contigo. Solo contigo.

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