Matemáticamente posible.

Hace poco leí que con 50 años habremos conocido, a lo largo de nuestra vida, a unas 20.000 personas. Haciendo una regla de tres obtuve que un joven de 17 años habría conocido aproximadamente a 6.800 personas. Pongamos que la mitad de esas personas, es decir, 3.400, son hombres, y la otra mitad, mujeres. Y supongamos que dentro de esos 3.400, solo un tercio está dentro del margen de edad en el que se incluyen todas las personas con las que podríamos tener una relación. Es decir, descartamos dos tercios, donde se encontrarían personas de las que nunca podríamos enamorarnos (familiares cercanos, ancianos...). Nos queda el siguiente número: 1.133'3333... pero, redondeando, pongamos unas mil.  De todas esas personas, nos enamoraremos de una sola...estamos hablando de 1/1.000. Y a su vez, esa persona se enamorará de una sola entre 1.000. De esta manera, la probabilidad de que la persona de la que uno se enamora sea precisamente la que se enamora de uno es, según las matemáticas, 1/1.000x1/1.000, lo que es igual a una posibilidad entre un millón. Así que, si se diera esa improbable situación de poder estar con la persona que quieres, si el destino ignorase 999.999 otras opciones y convirtiera esa probabilidad que había entre un millón en un hecho, en una realidad...¿qué sentido tendría no aprovecharla? ¿Qué más da lo que venga luego? ¿Qué importa lo complicadas que sean las circunstancias? Si lo más difícil, lo que tenía una posibilidad entre un millón de ocurrir, ya ha sucedido. 

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